Quisiera yo comer perrarina

Leyenda urbana de la política venezolana en la que, antes de Chávez, la gente comía comida para perros.
Como nací y vivo en Venezuela, algo que me suelen preguntar las personas de otro país es: "¿Es verdad lo que dicen los medios?", "¿No se consigue nada en los supermercados?", "¿No consiguen productos de higiene personal?", y entre otras preguntas similares. La respuesta a eso es que esas afirmaciones no son totalmente ciertas, pero la gran certeza es que la vida se hace cada vez más difícil en Venezuela.

Colombianos y mexicanos han intentado asustarme con el alto costo de la vida en sus países, les he explicado que sólo un africano puede asustar a un venezolano con ese tema.

Sobre el tema del desabastecimiento, hay una matriz de opinión que dice que en Venezuela no se consigue nada. Un ejemplo de ello es el exalcalde de la ciudad de Bogotá (Colombia), Gustavo Petro, que hace algunas semanas publicó el siguiente tuit:
Ciertamente, el exalcalde logró desmentir la falsa matriz de opinión que dice que en Venezuela no se consigue nada en los supermercados, pero también alimentó otra falsa matriz de opinión: en Venezuela lo que no se consiguen son los productos básicos o de primera necesidad, tales como pañales, toallas sanitarias, harina de maíz, harina de trigo, leche, azúcar, café (para mi no es de primera necesidad el café, pero la cultura venezolana no vive sin café), margarina, desodorantes, champú, jabón, detergente, afeitadoras, aceite (de cocina), mayonesa, espaguetis, entre otros; todo lo demás, como galletas, verduras, cereales, quesos, yogurt, comida chatarra (todos los productos mostrados en las imágenes del alcalde), se consiguen fácilmente en los supermercados... Eso sí, a precios exorbitantes.

Para conseguir los productos básicos no solamente es necesario realizar largas filas en supermercados, abastos y farmacias, sino que la misma debe realizarse por el último número de la cédula de identidad, es decir, los números de cédula que terminen en 0 y 1, pueden comprar únicamente los días lunes; los que terminen en 2 y 3, los martes; y así sucesivamente. Dicho sistema fue impuesto para evitar los llamados "bachaqueros", que son revendedores que compran los productos básicos (usualmente productos con precios regulados) y los venden en el mercado negro a precios mucho más altos (a veces hasta más de cien veces su precio regulado).

Pero el mayor drama no está en la imposibilidad de que el venezolano promedio pueda bañarse con jabón y tomarse un cafecito con leche y azúcar todas las mañanas. Esa son cosas con las que uno fácilmente puede vivir sin ello. Lo más triste y doloroso es que no se pueden conseguir algo tan prioritario como medicinas o, inclusive, métodos anticonceptivos. Tengo amistades que me han contado entre lágrimas que no pueden conseguir medicinas para tratamientos de cáncer para su familiar. Por mucho que hable el gobierno sobre las bondades de la salud pública en Venezuela, el derecho a la salud se encuentra semi-privatizada de facto: si yo tengo que comprar los insumos médicos, no solamente como jeringas y gasas, sino también comprar o alquilar las herramientas para una operación, mi estimad@ lector, eso huele a privatización.

No voy a entrar en detalles sobre porqué no se consigue aquello y lo otro. Ya hay muchos artículos que hablan de eso, pero esencialmente hay 2 posturas:
  1. Oficialista: la crisis es producida por una guerra económica para desestabilizar al gobierno, con el fin de derrocarlo o de que pierda una próxima contienda electoral. También, es utilizado el argumento de los bajos precios del petróleo para explicar la crisis.
  2. Opositora: las malas políticas económicas, como la regulación de precios, el control de divisas y el cero dialogo con el sector privado y productivo ha generado la crisis económica.
Sea la explicación que sea, los resultados de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre demostraron que el pueblo venezolano ya no quiere excusas o explicaciones, sino resultados. Y el gobierno, después de las elecciones, apenas empezó a reconocer la existencia de una crisis económica (anteriormente evitaban usar la palabra "crisis" o "emergencia").

El tema que está siempre en boca de todos los venezolanos es el excesivo incremento de los precios. El costo de la vida siempre ha sido alto, no es algo nuevo, pero ahora se ha disparado exponencialmente hasta otros planetas. Para ilustrarlo de una mejor manera, hasta hace un par de años era perfectamente posible comprar un teléfono básico (no inteligente) con el sueldo mínimo para la época, ahora el mismo tipo de teléfono cuesta hasta 2 o 3 veces el sueldo mínimo. El año pasado, una laptop podía costar desde 6 a 10 veces el sueldo mínimo, ahora puede costar entre 25 o 40 veces el sueldo mínimo. Lo mismo ocurre con los alimentos: cada vez que voy al supermercado salgo con menos bolsas que con las que podía salir el año pasado. De hecho, en mi casa ya hemos tenido que abandonar algunos gustos, como el queso amarillo, el jamon endiablado, el pan (sí, el pan) y hasta comida chatarra, porque el sueldo ya no alcanza. Al menos todavía no hemos pasado hambre.

Hay una frase muy repetida en el chavismo que dice que antes de que llegara Chávez al gobierno, las familias más pobres no tenían más remedio que comer perrarina (comida para perros). Eso no tiene mucho sentido, porque la comida para animales siempre ha sido particularmente costosa. En la actualidad, un paquete de alimento para perros de 15 Kg (que para una familia de 4 personas presumo puede durar una semana) puede costar 2 o 3 veces el sueldo mínimo, por lo que de ser cierta esa referencia, los pobres antes de Chávez tenían mejor poder adquisitivo que ahora. Es un verdadero lujo darle de comer a un perro (que por cierto, ocasionalmente también escasea, al igual que el alimento para gatos)...

Quisiera yo comer perrarina.

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