Psicología del Socialista Anarquista (Parte 2)

Si haz entrado alguna vez en mi blog, quizá te hayas preguntado lo siguiente: ¿Cual demonios es mi problema? jaja, ¡No busques más! La respuesta más cercana a ello la encontrarás en el siguiente post (jeje). El siguiente texto es un análisis psicológico realizado a un grupo de personas en particular, a los anarquistas. Siendo uno de ellos, muchas de las descripciones ciertamente encajan conmigo. Aunque no es precisamente un texto para vanagloriar a los anarquistas, todo lo contrario, hay cosas que son ligeramente ofensivas ¬¬ (jeje), pero no por ello deja ser un buen análisis, ni menos aún sincero. No daré mis comentarios sobre el texto, sólo tenerlo guardado en mi blog para la posteridad =D. Este es el último capítulo del texto del mismo nombre, el cual puede verse completo por aquí.
CAPÍTULO XI

Del carácter del socialista-anarquista (1)

No hay motivos bastante poderosos en este mundo,
para que un sabio tenga que comprimirse en la expresión de lo que él cree es la verdad.
E. Renan.

Como todos los hombres, los socialistas-anarquistas poseen tendencias diversas. Entre ellas las hay que son comunes a todos los anarquistas. Las hemos ya determinado. Estas comunes tendencias -su conjunto es especial al individuo calificado de socialista-anarquista- son las que dominan en la mentalidad del ser diferenciándolo de los demás individuos.

Estas tendencias particulares subordinan a ellas todas las demás tendencias; provocan la atrofia de estas últimas o dificultan su desarrollo. Por su agregado, son realmente creadoras del estado de alma socialista-anarquista.

Existe, pues, en el anarquista, una armonía mental resultante del equilibrio, no a causa de la igualdad de las tendencias, sino a causa de la subordinación de las tendencias a algunas de entre ellas. Éstas que conocemos dominan sobre las demás y trazan al individuo el camino que debe seguir. Hay unidad en la vida del anarquista, cuyo fin es, realmente, la expansión de lo que llama verdad, de lo que estima como justo, bueno y bello.

Los unificados son aquellos en quienes la armonía resulta, no del equilibrio de las tendencias poco más o menos iguales en fuerza, sino de la subordinación del conjunto de las tendencias a una o unas de entre ellas. Éstas forman la unidad de la persona y no dejan a las demás sino la actividad necesaria para el mantenimiento de la vida y conservación de la salud, cuando no arrastran la ruina del espíritu y la muerte del organismo por la ruptura de la armonía indispensable. (2)

De esto resulta que el socialista-anarquista pertenece al tipo unificado; las tendencias comunes determinadas en nuestro análisis, forman un sistema predominante sobre las demás tendencias individuales y caracterizan el anarquista.

En la mentalidad anarquista se encuentran las cualidades siguientes: espíritu de examen, amor al yo, sentido de la lógica, curiosidad de conocer. Por consiguiente, el anarquista participa del tipo razonador. De acuerdo con Paulhan, designamos de este modo a los individuos que tienen el espíritu atentivo, que examinan sus sentimientos, sus deseos, sus actos, sus cualidades y sus pensamientos.

El anarquista, como hemos demostrado, es un observador de los fenómenos sociales. Los reúne en su cerebro, los compara y saca de ellos sus conclusiones. Es un analista de sus sentimientos, de sus pensamientos, de sus deseos. Son innumerables los ¿por qué? que se dirige a sí mismo. Pasan por el tamiz de su razón todos sus sentimientos y sensaciones. Por esto lo clasificamos entre los razonadores, los dueños de sí mismos. Hasta cuando propaga por medio de la violencia y obra criminalmente, el anarquista es siempre un razonador, un dueño de sí mismo.

Cuando examina sus pensamientos, sus deseos y sus cualidades, sean las que fueren, se complace en ello. Cuando se complace en ello, no está lejos de complacerse en ponerlos de relieve, y, a veces, desean que los demás se complazcan en admirárselos. (3)

Esta observación de Paulhan sería justa, aun cuando escribiéramos: No está lejos de desear que los demás los compartan. El socialista-anarquista está afectado de proselitismo, quiere que los demás compartan sus ideas que, para él, representan la Verdad, lo Justo, lo Bello y lo Bueno. Y representan para él la Verdad, lo Justo, lo Bello y lo Bueno, porque el anarquista examina sus ideas, escruta sus sensaciones; analiza sus sentimientos, porque, en una palabra, es un razonador, un reflexivo.

En su mentalidad hemos descubierto la presencia del espíritu de oposición, modalidad del de rebeldía. Por esto pertenece al tipo contrariado. Sin embargo, se observa fácilmente que, gracias a la curiosidad de conocer, no busca la oposición por sistema. Ciertamente que halla placer contradiciendo, pero este placer no es su objetivo. En su contradicción tiene por objetivo ilustrarse, aumentar el caudal de sus conocimientos. Quiere alcanzar la verdad y para ello examina el pro y el contra, sosteniendo uno u otro, según el interlocutor. Obrando de este modo la contradicción le proporciona un placer que se intensifica progresivamente por su acceso a lo que él juzga ser la verdad, y alcanza su máximo de perfección cuando ha realizado su fin: la difusión, la expansión de la Idea.

Generalmente, el anarquista no fluctúa entre dos creencias contradictorias. Llega a la certidumbre, aunque siempre examina los fenómenos para rechazarla o confirmarla. Estando afectado por el sentido de la lógica, no puede fluctuar entre dos ideas opuestas; una vez ha hallado lo que él estima ser verdad, se para y se fija.

El socialista-anarquista no es un inquieto, un vacilante. Sabe o cree saber lo que quiere, y lo quiere intensamente. Tiene fijeza en las ideas y en las opiniones. Llega a ser anarquista a causa de una serie de deliberaciones, como lo han demostrado los extractos confesionales, y como se verá en un ulterior trabajo sobre la génesis del anarquista. Ha elaborado largo tiempo sus ideas y deliberado su opinión. Es más convencido que creyente. No llega a la convicción por la fe, pero llega a la fe por la convicción.

Esta fijeza en las ideas no implica la invariabilidad del individuo. Significa solamente que el anarquista es presa de una permanente lucha de sus tendencias. En él no se produce una variación continua de las tendencias dominantes.

Cuando el anarquista cesa de serlo, resulta de una infinidad de causas -más o menos notables-. generadoras de una deliberación. Esta deliberación -que es una nueva resultante- provoca el no-anarquismo. Por fijeza, fijo, quiero decir que el socialista-anarquista no titubea sin cesar entre tendencias o grupos de tendencias, que no se ve constantemente presa de deseos opuestos, que no sufre la alternativa dominación de tendencias contrarias. El socialista-anarquista está dotado del amor al yo, a los demás y de la curiosidad de conocer. Por esto se interesa en muchas cosas, en todas, mejor dicho. No hay ningún fenómeno natural, social, que no cautive su atención. Quiere saber siempre más de lo que sabe; quiere hacer progresar su yo; quiere que los demás perfeccionen su yo. Con Terencio dice: Homo sum: humani nihil a me alienum puto.

Y de este interés por todo lo que existe resulta la amplitud del carácter.

La amplitud del carácter supone un gran número de tendencias, de emociones, de sentimientos, de creencias, de ideas... Los grandes sentimientos generales o abstractos indicarán en general un carácter más extenso o por lo menos la amplitud relativa de estos mismos sentimientos. (4).

¿Qué carácter puede ser más amplio que el de aquel hombre que todo le interesa, que experimenta emociones frecuentes -el anarquista tiene una gran sensibilidad-, que tiene por patria el mundo entero, que considera a todos los hombres, sea cual fuere su origen, como sus hermanos?

Si nos atenemos al autor de Los Caracteres, el antipatriotismo nace, o del sentimiento herido, o de una reacción contra los excesos de un patriotismo ignorante, o de ideas generales muy elevadas, algo prematuras solamente. Paulhan admite la alternativa en esta generación y se equivoca. Las causas eficientes del antipatriotismo son el agregado de las causas anteriormente enumeradas; sentimientos lesionados, reacción contra el chauvinismo, ideas generales. Estas causas se yuxtaponen, se componen, y su resultante es el antipatriotismo.

En el socialista-anarquista predominan las ideas generales. Este predominio reconoce por origen la existencia de las cualidades mentales sentido de la lógica y curiosidad de conocer. Elabora su antipatriotismo, lo delibera y razona. De estas particulares lesiones infiere las lesiones de los demás. De lo particular va a lo general. En esta generalización los resentimientos personales desaparecen por ser lejanos y sólo quedan visiblemente las ideas generales abstractas. Entonces éstas subordinan las demás causas, que impulsan al individuo en el camino del antipatriotismo.

El amor a la universalidad de los hombres es asimismo una prueba del predominio de las ideas generales en el estado de alma especial a los individuos que estudiamos. Por su altruismo, añadido a su proselitismo, el anarquista es un humanitario, tipo poco actual en opinión de Paulhan, que parece considerarlo como el tipo del porvenir. Esta cualidad del altruismo, incluyendo fatalmente el antipatriotismo que, a su vez exige el antimilitarismo - tendencias que existen en el anarquista y que confirman la característica sentido de la lógica- denota una real amplitud de carácter.

No se trata aquí de la amplitud de las tendencias consideradas individualmente, es decir, de la complejidad de cada una de ellas en particular. Esta amplitud varía en cada individuo. Aquí tratamos de la mentalidad colectiva, constituyente del tipo socialista-anarquista y no de la mentalidad individual de cada anarquista.

En sentido psicológico, Paulhan define la pureza del siguiente modo: ausencia, en un deseo, en una pasión, de todo elemento discordante, de todo elemento heterogéneo. (5).

Dada esta definición, el anarquista posee la pureza de carácter. Su mentalidad es tan heterogénea, que generalmente el análisis más minucioso no descubrirá discordancia alguna. Las cualidades psíquicas se desarrollan bajo la influencia de los ambientes. Por su desarrollo, estas tendencias carcaterísticas del anarquista impiden el desarrollo de las demás tendencias heterogéneas, nocivas. Las atrofian, o por lo menos, las ocultan bajo un tupido velo. La homogeneización se cumple. Hay lucha entre tendencias diversas, eliminación de las más débiles por las más fuertes; se produce una selección y pronto la mentalidad anarquista queda fijada. Todo elemento que tienda a producir la heterogeneización ha sido eliminado. No existe el elemento discordante. El socialista anarquista tiende hacia su fin: la difusión de la idea. Este espíritu de proselitismo hiperexcitado en algunos, exagerado en todos, es una prueba innegable de la pureza del carácter en el anarquista.

Consideremos ahora la intensidad de las tendencias, quiero decir, el desarrollo de cada tendencia, y observaremos que el socialista anarquista es un apasionado. En el curso de este estudio hemos notado a menudo la exacerbación de las cualidades psíquicas. Casi siempre están desarrolladas por encima del término medio, quiero decir que en los demás hombres han alcanzado un menor grado de desarrollo.

Las tendencias particularmente exageradas son: el espíritu de rebeldía, el altruismo, el amor a la libertad, el espíriu de proselitismo.

La gran intensidad de estas tendencias tiene por causa una viva sensibilidad, una emotividad tal, que la reacción es siempre rápida, a veces violenta.

El socialista anarquista es un apasionado. De apariencia calmosa, de aire frío, de actitud indiferente, a veces, no deja, sin embargo, de ser un ardiente. Según el autor de Los caracteres, lo mismo era Proudhon. Es dueño de sí, aun cuando pertenezca al tipo impulsivo como Ravachol, Vaillant, Henry y Pallás. Su calma, su indiferencia, su frialdad, son superficiales y resultan de una considerable tensión de espíritu. (6). Algunas veces esta tensión de espíritu no basta para contener la pasión y la explosión se produce. La pasión surge violentamente. Los diques se rompen ante la torrentada. Entonces se efectúan los actos criminales.

Existe en el socialista-anarquista -es decir, en el grupo de las tendencias psíquicas del anarquista- una lucha continua entre las tendencias a la acción apasionada y la tendencia a la inhibición por reflexión, por razonamiento. Por un lado obra la reflexión, por otro la sensibilidad. La acción es la resultante de estas dos fuerzas. Según que impere la sensibilidad o la reflexión, la acción será violenta, irreflexible, o reflexiva, maduramente deliberada. Nunca es tal la inhibición, que deje de haber acción, pues que jamás la sensibilidad está anulada por la facultad de raciocinio.

En suma, el socialista-anarquista pertenece al tipo apasionado; está dotado de una gran intensidad de sentimientos.

Esta intensidad se acompaña a menudo de la no satisfacción de los deseos, no solamente porque la satisfacción la disminuya o la haga desaparecer, sino porque una pasión muy violenta no puede ser nunca plenamente satisfecha (7). Éste es el caso más frecuente en los anarquistas, lo cual explica su intensidad de proselitismo. Buscan siempre satisfacer su pasión de modo que puedan experimentar el máximo de placer, y jamás lo logran. La no-satisfacción de estos deseos no arroja al anarquista en brazos del descorazonamiento, no lo conduce al aburrimiento, no le lleva al suicidio directo. Tiene la fe en la convicción basada en que un día se realizarán sus ideas. Y esta fe le impide llegar al aburrimiento, al disgusto, a la misantropía, al suicidio.

No obstante, a veces sucede que la no satisfacción rápida de los deseos conduce a algunos al suicidio indirecto. Están disgustados de la vida y quieren abandonarla, pero aún en este último caso, quieren propagar. Les es necesario aún ayudar a la realización de su ideal, y su suicidio debe obrar en este sentido. Entonces, obran, y para matarse, matan a los demás (8).

Apasionado, el anarquista afronta impertérrito los sinsabores de toda especie que inevitablemente le causa su celo proselítico. ¡Qué le importan la miseria, la cárcel, el presidio, la muerte! De este ardor derivan cualidades secundarias: espíritu de empresa, audacia, energía, valentía.

La propaganda, bajo estas multiples formas, es por excelencia la reveladora de estos caracteres emprendedores, audaces, enérgicos, valientes (9).

Por la posesión de las cualidades sentimiento de justicia, altruismo, sentido de la lógica, el socialista-anarquista se clasifica entre los constantes y los tenaces.

Es constante porque estando cierto de poseer la verdad, se aferra a ella de un modo obstinado. Es tenaz porque su aferramiento a las ideas reposa sobre una base sólida: amor a los demás, sentimiento de justicia, sentido de la lógica.

Las tendencias del socialista-anarquista son persistentes. Su misma tenacidad degeneraría pronto en testarudez irreflexible si no viniese su filoneismo a contrarrestar esta tendencia.

Esta tenacidad y constancia son modalidades pasivas de la persistencia de las tendencias; la perseverancia es su forma activa. La perseverancia no se cansa, tiende hacia un determinado objetivo a fuerza de paciencia y sin cuidarse del tiempo que tardará en realizarse. Significa: acción continua -que nada interrumpe- para la realización de este objetivo.

El socialista-anarquista es un perseverante. Tiene un ideal y quiere realizarlo, tiende sin cesar, de modo continuo, a hacerlo efectivo. Cada uno de sus actos, cada pensamiento suyo tienden, por así decirlo, a la realización de su dorado sueño. Y sin embargo, sabe que no podrá verlo realizado. Con Jesús podría decir: mi reino no es de este mundo. No obstante, persevera hacia la realización de su sueño. En los diversos ambientes en que vive y sobre los cuales obra, adapta sus medios de propaganda. Es un perseverante porque es un ardiente en proselitismo.

Esta tenacidad en las opiniones, esta perseverancia en un ideal y su realización, se observa fácilmente con la lectura de los fastos judiciales relativos a anarquistas. A cada momento dicen a los jueces: Podéis condenarnos, no cambiaremos de opinión. Somos y continuaremos siendo anarquistas (10).

Esta tenacidad, perseverancia, reflexión, este dominio de sí mismos que hemos demostrado o que se encuentra en el alma anarquista, hacen de él un voluntario. Como tiene para su yo un amor profundo y que continuamente busca perfeccionarlo, tiende sin cesar a cultivar su voluntad. Se educa para ser voluntario.

Dado su amor a lo nuevo y su curiosidad, el socialista-anarquisa posee una inteligencia flexible.

Por flexibilidad de los sistemas psíquicos, Paulhan entiende su facilidad más o menos grande para transformarse, absorber nuevos elementos y adaptarse a las circunstancias sin deformarse o disolverse. Flexibilidad es sinónimo de plasticidad. El anarquista tiene la inteligencia plástica, a veces demasiado plástica. Muchas veces ha adoptado como buenas, ideas, por el mero hecho de ser nuevas, y se ha asimilado otras demasiado rápidamente absorbidas.

La realización de su ideal es el objetivo que persigue. Gracias a su apetencia de proselitismo, piensa en ello sin cesar; gracias a su altruismo, investiga sin cesar para mejorar su ideal. Pero de aquí resulta que, algunas veces, le escapan; no ve los obstáculos a su realización. Ve el fin y no los medios para lograrlo. Entonces acepta los que se le proponen, sin aplicar a ellos su espíritu de crítica; se los asimila rápidamente, pero muy mal, porque el objetivo, el ideal que quiere realizar a todo trance, ha obscurecido por una parte su intelecto, y porque, además, posee una imaginación viva, aunque temperada por la razón y el amor a los principios abstractos, como veremos más adelante.

La inteligencia es flexible, su carácter rígido, entero, inflexible, fiero, rudo a veces. Así pintan a Proudhon, con su franqueza desprovista de artificio.

El socialista-anarquista es inflexible porque su mentalidad está caracterizada por el espíritu de crítica, el sentimiento de justicia, el sentido de la lógica y su proselitismo. Tiene la certidumbre de que conoce la verdad; posee la voluntad para difundirla. Por esto nada le hará ceder, nada le doblegará; ni la miseria, ni las reprimendas de su familia, ni la cárcel, ni el presidio, ni la muerte. Será inflexible. Cuanto más violentas sean las persecuciones y las penas que sufra, más perseverará en su opinión, más se aferrará a sus ideas, más convencido estará de que conoce la verdad. Las grandes cosas de un pueblo, ha dicho Renan, se efectúan casi siempre por la minoría. El socialista-anarquista tiene la certeza de que este aforismo es exacto y lo confirma en sus ideas, en su Ideal. Permanece inflexible.

El socialista-anarquista es noble porque en su mentalidad existen el amor al yo, el amor a los demás y la curiosidad de conocer.

El socialista-anarquista es un impresionable porque el análisis psíquico nos ha revelado su viva sensibilidad. Su emotividad está inhibida por la reflexión. El individuo vigila constantemente sus impresiones. Se pone en guardia para que su reacción sea racional y no impulsiva. Su raciocinio refrena su pasión. En su ser se equilibran la razón y la sensibilidad. Esta ponderación no le conduce a la indiferencia. Aunque flemático, entra fácilmente en actividad al menor choque. Y este choque lo recibe a cada instante, pues sus sentimientos, su ideal, se ven heridos por todos los fenómenos sociales. Es impresionable porque está afectado de proselitismo, de altruismo, de espíritu de rebeldía y del sentimiento de justicia.

Gracias a su curiosidad de conocer, el socialista-anarquista participa del tipo intelectual. Sin embargo, no estudia por el placer de estudiar, sino a fin de difundir su ideal. Esto es lo que más importa al anarquista. Su intelectualismo está fuertemente mitigado por su proselitismo.

Posee más facultades críticas que creadoras. Razona más que imagina. El análisis psicológico nos ha demostrado, efectivamente, la existencia de los caracteres: espíritu crítico, sentido de la lógica, en el alma anarquista. A pesar de esta subordinación, la imaginación no está anulada, puesto que hemos notado asimismo en la mentalidad anarquista las facultades: espíritu de innovación, filoneismo.

Hemos visto que el anarquista es un apasionado. Por este lado de su naturaleza psíquica, pertenece al tipo afectivo, valiéndonos de la terminología de Paulhan. Los afectivos, dice este psicólogo, sienten horror a una conducta racional, oponen voluntariamente los impulsos del sentimiento a la fría razón.

Por lo general, el socialista-anarquista, no tiene horror a la razón. Hasta pretende que solamente obra racionalmente. Su afectividad está, pues, atemperada por su reflexividad. Vive tanto con el corazón como con el cerebro; estas dos vidas, cardíaca y cerebral, son en él armónicas. Por su afectividad reacciona rápidamente, por su reflexividad su reacción está inhibida en su rápidez, al propio tiempo que descubre los medios de reaccionar.

El socialista-anarquista es, evidentemente, un orgulloso. Ama, en efecto, su Yo, tiene fuertes convicciones, cree poseer la verdad.

El orgullo conduce fatalmente a la ambición. El socialista-anarquista es un ambicioso, pero su ambición es muy particular, puesto que intervienen los factores psíquicos: amor a los demás, amor a la libertad. No quiere dominar, quiere convencer. Prefiere la influencia al dominio; su acentuado proselitismo es una prueba convincente.

En el anarquista el amor a la celebridad y a la gloria no se alía a la ambición y al orgullo, como frecuentemente sucede en los demás hombres. Esta alianza no existe, porque en la mentalidad anarquista se halla el espíritu de proselitismo. Lo que ambiciona por encima de todas las cosas es la difusión de sus ideas. Hemos observado ya, que el anarquista ama el anonimato (11). Guárdalo, no para huir de responsabilidades, no por el temor a una penalidad cualquiera, ya que hemos visto que gracias a su pasión propagandista afronta con indiferencia, a menudo con placer, las penas más enormes. Guárdalo, simplemente, porque le facilita propagar en mayor grado. Libre, podrá cumplir aún su misión proselítica. Además, por amor a la libertad, tiene empeño en guardarse de los individuos; no queriendo dueños, tampoco quiere ser dueño de nadie. Importa que la doctrina no esté simbolizada en las individualidades, es necesario que esté elaborada por anónimos. El amor a la libertad predomina sobre el amor al yo, el cual, lógicamente, debería impulsar al individuo a amar la gloria.

El socialista-anarquista, sin embargo, ama la gloria para sus ideas. Quisiera que sus doctrinas fuesen aprobadas y seguidas por todos. Goza cuando un acto, un pensamiento, un fenómeno cualquiera llama la atención pública sobre la idea que ha hecho suya. La gloria para la idea y no para su nombre.

Este estado de alma, bastante raro, solamente se encuentra en los apasionados por una idea, por ejemplo, en los primeros cristianos. A veces, cuando se escudriña al alma anarquista, se observa la presencia de un cierto amor propio, de un cierto orgullo de sí. Yace rodeado de una especie de capa generada por la intensidad del proselitismo, del altruismo, del amor a la libertad, que existen en las mentalidades anarquistas. El anonimato de los periódicos es más aparente que real. Los nombres de los escritores son conocidos, resultando una notoriedad, a veces una celebridad que cosquillea agradablemente al orgullo de sí existente en todos los hombres. Este personal orgullo está velado, pero existe. Después de la adopción de ciertas leyes especiales contra los anarquistas, se me contó esta frase de un individuo: ¿Qué os parece? -decía riendo irónicamente-. Han legislado para nosotros. ¡Hasta creo que es para mí solo!

Se percibe en el tono, mejor que en las palabras, el orgullo de sí que, en realidad, existe en todos los hombres, en mayor o menor grado de desarrollo. En la mentalidad socialista-anarquista está en estado ínfimo si se le compara con el orgullo por las ideas, con la ambición que sienten de influir intelectualmente sobre los hombres.

Si por cinismo se entiende la indiferencia al reproche o a la aprobación de los demás, el anarquista es un cínico. Desafía las ideas recibidas, se inquieta poquísimo de las conveniencias, afronta las leyes. Afirma su idea y confiesa su fe. He aquí la razón de su desprecio de las costumbres mundanas, de las reglas de toda clase. Esta especie de cinismo supone el orgullo del individuo y mejor aún la intensidad de los sentimientos, como ha observado Paulhan. Este ardor en la pasión no permite detener la expansión de sus sentimientos y de sus ideas, sean cuales fueren las consideraciones que se atraviesen. El anarquista es cínico porque posee el espíritu crítico, una viva sensibilidad y un ardor proselítico.

Como todos los iniciadores, revolucionarios e innovadores, el anarquista está afectado del amor a los principios abstractos.

En ciertos hombres, la pasión social desinteresada domina sobre las consideraciones personales y los intereses de los grupos sociales (12). Proudhon hubiera sacrificado a Francia si la civilización y el libre pensamiento lo hubiesen exigido (13).

Este sacrificio de la patria, de la familia, del individuo, por la idea, es la característica del alma anarquista. Todo anarquista es como Proudhon. En las conversaciones de taller o de salón, en las declaraciones ante los tribunales, en los artículos de los periódicos, en los estudios de las revistas, el anarquista nunca cesa de afirmar que por la Idea haría, si fuese necesario, indiferente o placentero, el sacrificio de su patria, de su familia, de su individuo. Y esta afirmación se ve comprobada por los hechos. Por su Idea, que ellos estiman ser la verdad, muchos han sufrido la cárcel, han abandonado el hogar natal -amándolo, no obstante,- han roto amigables y antiguas relaciones, se han divorciado de personas amadas, han rechazado buenas posiciones, honores, dinero... Como los cristianos de antaño, prefieren el íntimo placer de conocer y confesar la verdad, a las comodidades mundanas y a las riquezas. Naturalmente, según cada individuo, el sacrificio varía de intensidad. Todos, no obstante, afirman su fe. Por consiguiente, en beneficio de su idea, cada uno le ofrece en holocausto sus amistades, sus deseos ambiciosos y gloriosos para sí, sus amores del hogar natal, la misma patria.

Sin embargo, este deseo de martirio, efecto de su emotividad y de su pasión proselítica, está equilibrado por su reflexividad, efecto de su sentido de la lógica y de su espíritu crítico. Generalmente, el anarquista elabora largamente su pensamiento. Obra después de deliberar. Ha calculado las consecuencias de la emisión de su pensamiento, y no obra sino después de que ha juzgado que los resultados probables para la Idea son adecuados a las desventajas ciertas para su individuo. Su sacrificio es razonado, reflexionado.

La pasión social desinteresada -quiero decir desinteresada de móviles vulgarmente calificados de bajos (14)- predomina poderosamente en la mentalidad anarquista. Apasionado social, afectado por el amor a los principios abstractos -¿acaso no ama a la humanidad mejor que lo que ésta podría ser (lo que será) que por lo que es? (15)-, es así en virtud de su viva sensibilidad, de su espíritu de crítica, de su intenso proselitismo, de su sentimiento de justicia, de su sentido de lógica.

Si el socialista-anarquista desea ardientemente la mejora general de la sociedad, si aspira al bienestar para todos, si tiende con fuerza hacia un progreso infinito, no simboliza esta apetencia en un individuo como suelen hacer los cesaristas, los realistas, como hicieron los boulangistas en un determinado momento de nuestra historia. Su pasión social es pura en el sentido que no se alía a las pasiones parásitas, a veces intensificativas, a veces disminutivas de la pasión social.

El socialista-anarquista ni siquiera simboliza su amor al perfeccionamiento social en un Dios. Se le puede aplicar estas palabras del autor de Los caracteres, Paulhan: el amor a la perfección, el amor a la verdad, a lo bello y a lo bueno, a todo lo que para los creyentes constituye los atributos intelectuales y morales de Dios, subsiste, pero sin su atribución a una misma persona. Guardan su forma abstracta.

Y añade este filósofo, que lo que tienen un amor semejante por sus ideas abstractas, constituyen el tipo de los santos laicos o ateos.

Para poseer su ardiente amor a lo justo, a lo verdadero, a lo bello y a lo bueno -según sus concepciones-, el anarquista no tiene necesidad de símbolo, porque la sensibilidad y la reflexividad se equilibran en su encéfalo. Esta no necesidad de simbolizar su pasión la debe a la combinación de sus características psíquicas, espíritu de examen, amor a la libertad, sensibilidad, sentido de la lógica y curiosidad de saber.

Pocas cosas hay que más se aferren en nosotros, por nuestra culpa o por la de los demás, por nuestras tendencias instintivas al bien, a la verdad y a lo bello. Lo real se opone cruelmente a lo ideal, y, al oponérsele, nos lo hace comprender, lo impone, y, en cierto modo, lo crea. La reflexión surge y la tendencia consciente se forma, se desarrolla, vive de su vida propia y tiende a ser la regla y motor de la conducta. Y una vez que conocemos el alcance de la tendencia y la universalidad de su objeto, si lo consideramos como un principio general, como uno de los fundamentos del orden universal, una de las formas de la vida moral del mundo, poseemos, en suma, el amor a Dios sin la persona de Dios. En los soñadores o en los sensitivos puede nacer y desarrollarse perfectamente una especie de misticismo sin Dios. En el fondo, comprendida de este modo, la filosofía no diferirá esencialmente de la religión, las mismas palabras pueden ser conservadas, y nosotros tenemos toda la serie de estados de alma que van del misticismo católico a la adoración del protestante o del deísta, a la del panteísta para quien Dios es la substancia infinita en la que vivimos, y hasta a la emoción del ateo para quien dios se reduce a un conjunto de leyes morales, a un ideal no realizado y que no lo será jamás. Y la idea de Dios no varía mucho más del deísta al ateo que del católico al deísta, hasta entre los panteístas los hay que se inclinan de un lado o de otro. (16)

De este modo habla Paulhan y expresa una verdad. En el socialista-anarquista se verifica a menudo. La filosofía inclina a la religión, ha observado con razón Daniel Saurin. Panteísta o ateo, el anarquista tiene por su ideal una especie de culto. Su amor a lo que él concibe como una verdad es realmente religioso. El anarquista tiene una religión, pero es una religión sin rito; es puramente intelectual y su objeto es la concepción de la Verdad, de la Justicia, de la Belleza. Como el ardiente católico, como el calvinista feroz, como todos los sectarios de cualquier religión, el anarquista tiene la fe, una fe invencible en la realización futura, lejana o próxima, de un estado social nuevo en el que la humanidad gozará de una gran felicidad. Para el anarquista la Idea es Dios.

Su filosofía inclina a la religión, casi no se diferencia. Con razón Aureliano Scholl ha podido decir: La anarquía es una religión. Es así porque la mentalidad del anarquista encierra los factores: altruismo, amor a la libertad y proselitismo.

Indiferente a los detalles de la vida material, al dinero, al confort, al lujo, el socialista-anarquista concentra toda su actividad en un punto. Este punto es lo que concibe como la verdad y el bien. Su actividad es grande porque es ardiente y apasionado. Pertenece al tipo de los unificados con predominio de la pasión social.

Posee una personalidad robusta, puesto que ama y cultiva su yo. No es pálido reflejo de su ambiente, no es una insignificante muñeca.

Mientras la masa de los hombres refleja las opiniones de una minoría como los espejos reflejan las imágenes, el anarquista piensa por sí mismo. Absorbe ideas y fenómenos y se los asimila, nutre con ellos su intelecto, se crea una intelectualidad como se crea un cuerpo con alimentos.

En resumen, el socialista-anarquista tipo, por su mentalidad predeterminada, es un unificado, dueño de sí, reflexivo, contrariante. Tiene fijeza en sus ideas, amplitud en su carácter, pureza en sus tendencias, flexibilidad en su inteligencia. Es ardiente en sus empresas, audaz, enérgico, perseverante en su objetivo, inflexible en sus opiniones, de las que está orgulloso, muy impresionable, tan afectivo como intelectual, más crítico que creador, orgulloso y ambicioso de influir sobre los hombres. Su dominante es la pasión social. Su fin característico por excelencia es el proselitismo para poder conducir la humanidad a establecer lo que él concibe como el Ideal social.

Refiriéndonos al estado mental, debemos decir que se trata del tipo del carácter socialista-anarquista. Es un carácter ideal, medio, correspondiente a todos los adeptos tomados colectivamente, pero que no corresponde a ninguno en particular. Cada individuo socialista-anarquista participa de este tipo, es decir, que su carácter, por ciertas tendencias, entra dentro de las categorías de que hemos hablado. Pero estas tendencias, según los individuos, están en grados diversos de desarrollo, y de la acción de unas sobre otras, como también de la acción de las demás tendencias particulares al individuo, resultan deformaciones más o menos atenuadas, más o menos pronunciadas, tendencias específicas del carácter del socialista-anarquista.

La reflexión, el dominio sobre sí, están en unos atenuados por su ardor y su energía, en otros por su emotividad; en otros la reflexividad disminuye su fijeza, mientras que en otros la ambición de influir sobre los hombres y la pasión social se unen para casi atrofiar la flexibilidad de la inteligencia y la reflexibilidad, etc...

Se trata, pues, en definitiva, de un tipo ideal de carácter del cual participan todos los socialistas-anarquistas, pero que no es el retrato de ninguno en particular.

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