Rebelarse vende


"Rebelarse vende: El negocio de la contracultura" es un libro escrito por los canadienses Joseph Heath y Andrew Potter en 2004, cuya idea principal es que los movimientos sociales contraculturales no sólo han fallado en su intento por cambiar la sociedad, sino que, queriéndolo o no, se han convertido en un apéndice del sistema capitalista.

Primero, vamos a definir "contracultura":
La contracultura son los valores, tendencias y formas sociales opuestos a los establecidos en una sociedad.[...] Aunque hay tendencias contraculturales en todas las sociedades, el término contracultura se usa para referirse a un movimiento organizado cuya acción influye a las masas y persiste durante un período considerable. Así pues, una contracultura es la realización de las aspiraciones de un grupo social marginal. Ejemplos: el romanticismo del siglo XIX, la bohemia que se inicia en el siglo XIX y dura hasta hoy, la Generación Beat estadounidense de los años cincuenta, los movimientos contraculturales de los sesenta, influidos por la Generación Beat, el movimiento hippie nacido en los años 60 en Estados Unidos y el movimiento punk de finales de los setenta hasta hoy. La palabra puede entenderse en dos sentidos: por una parte, constituye una ofensiva contra la cultura predominante; por otra parte, es una "cultura a la contra" que permanece (al menos en un primer momento) al margen del mercado y los medios de formación de masas, en el underground. 
FUENTE: Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Contracultura
Según los autores, el principal error de los movimientos contraculturales, bien sean punks, hippies, skaters, movimientos antiglobalización, ecologistas, rastafaris, rockeros, etc, es pensar que el sistema capitalista empuja a las personas a una especie de conformidad consumista absoluta, es decir, a usar todos la misma ropa, el mismo peinado, los mismos artefactos electrónicos, etc. Sin embargo, ellos señalan que el verdadero motor del sistema capitalista no es el conformismo, sino la necesidad de la gente de destacar y de expresar individualidad. Ahí es donde entra la rebeldía, que desde los años 60, especialmente durante el movimiento de los hippies, complace esa necesidad de distinción que necesita la gente. Pantalones rasgados, peinados extraños, comida extravagante, artículos reciclados y/o ecológicos, música estridente, todo forma de los aportes inconscientes que han hecho los movimientos contraculturales para el mantenimiento del capitalismo.

Ahora bien, los autores señalan con cierta razón que la base del capitalismo es la competencia y no la conformidad, por lo que esa necesidad de destacar que se manifiesta a través de la rebeldía, nos empuja a consumir productos diferentes a los que consume el resto de las masas. Sin embargo, no soy de los que comparte plenamente esta opinión, según lo que expresa Erich Fromm:
La mayoría de las gentes ni siquiera tienen conciencia de su necesidad de conformismo. Viven con la ilusión de que son individuales, de que han llegado a determinadas conclusiones como resultado de sus propios pensamientos -y que simplemente sucede que sus ideas son iguales que las de la mayoría-. El consenso de todos sirve como prueba de la corrección de sus ideas. Puesto que aún tiene necesidad de sentir alguna, individualidad, tal necesidad se satisface en lo relativo a diferencia menores; las iniciales en la cartera o en la camisa, la afiliación al partido demócrata en lugar del Republicano, a los Elks en vez de los Shriners, se convierte en la expresión de las diferencias individuales. El lema publicitario "Es distinto" nos demuestra esa patética necesidad de diferencia, cuando, en realidad, casi no existe ninguno. (Libro "Arte de Amar")
Las diferencias que se generan dentro de la sociedad de consumo no son diferencias considerables sino cosméticas, como un celular de color diferente, estampar una calcomanía en vez del diseño habitual, rines brillantes en los carros en lugar de los de fábrica, etc.

De igual manera, la necesidad de destacar de estos movimientos contraculturales los convierte, incluso, hasta en movimientos elitescos. Puede que no sea su intención, pero esa necesidad de ser diferente de las masas es una cierta demostración de superioridad, y todos aquellos que son diferentes son los oprimidos o dominados, siendo tales por ignorancia o su falta de entendimiento del sistema. Puede que ciertamente las masas sean ignorantes y oprimidas sin siquiera darse cuenta, pero los pensadores y activistas contraculturales, en cuanto viven e intentan sobrevivir en la sociedad imperante, no dejan de ser oprimidos e, incluso, puede que hayan situaciones de opresión de las que ni siquiera se ha percatado.

Hay un comentario interesante de los autores sobre el uniforme. Normalmente, dentro la teoría contracultural, los uniformes se hacen con la intención de asesinar la voluntad de los individuos y adaptarlos a los requerimientos del sistema dominante. Puede que eso ocurra en ciertos casos, pero no es la regla. Por el mero hecho de usar uniforme no quiere decir que he dejado de pensar autónomamente. Todo lo contrario, señalan los autores, el uniforme evita la lucha competitiva de destacar, evitando así el consumismo. Al usar uniformes, se evita que, por ejemplo, los chicos en la escuela gasten grandes cantidades de ropa para resaltar sobre el resto. En este sentido, como aporte personal, considero que los movimientos contraculturales suelen tener gran parte de su sustento en hechos estéticos (de como me veo) y no de fondo (de como soy). Suelo notar que la gran mayoría de los anarquistas forman parte del movimiento punk, pero siempre he encontrado contradictorio el punk porque es una moda. Si tomamos la definición de moda de las matemáticas: "medida estadística que representa al valor más repetido", entonces si dentro de un grupo de punks, hay mayoría de ropa negra, uso de cadenas, de puas, etc, entonces son una moda. Moda de una minoría, pero moda al fin. Inclusive, medidas como los tatuajes se suelen considerar como una demostración de individualidad, pero en otras culturas y subculturas, los tatuajes se realizan con la intención de demostrar que se quiere formar parte del grupo (por ejemplo, bandas criminales como los Yakuza o los Mara; o hasta pueblos indígenas u otras tribus)... Por supuesto, no de cualquier grupo, sino de un grupo selecto.

Eso sí, con respecto a los autores, no concuerdo en su justificación del Estado. Podemos concordar en la necesidad de reglas, pero las reglas no tienen porqué surgir de una autoridad. Las reglas pueden originarse en el consenso de la sociedad, lo cual puede que sea un concepto irónicamente extraño para quienes dicen vivir en una democracia.

Este post no es para despotricar contra los movimientos contraculturales, sino más bien para llamarlos a la reflexión. Inclusive, íconos de la contracultura, como Kurt Cobain, Rage Against the Machine, Noam Chomsky, etc, al volverse excesivamente populares, se convirtieron en marcas que proporcionan grandes ganancias a las empresas. No hay forma de vivir fuera del sistema mientras se vive en el sistema... Hasta el mismo Bakunin en su momento llegó a apoyar al Estado ruso y francés para luchar contra Alemania, en la que pudiera ser su más grande contradicción.

Para quien quiera leer el libro, se lo dejo por aquí.

"El capitalismo está muerto"

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