"Odio el año nuevo" por Antonio Gramsci


Resulta curioso aquellos que tratan la celebración del año nuevo como si fuera una especie de exorcismo de los pasados 365 días. No me atrevo a decirles que es tan sólo un cambio de calendario.

Se suele pensar que este ritual -casi pagano- de transición, evoca al cierre de un ciclo y el inicio de uno nuevo. Sin embargo, la idea de los ciclos es, realmente, una negación de la historia: La creencia de que soy libre del pasado sólo por cambiar un número en el calendario. No. La historia continúa y las metidas de pata de ayer tenemos que enmendarlas hoy. Empieza de cero el que nace, el resto sólo podemos reinventarnos, y eso se puede hacer todos los días, y no una vez al año. Si tanto les gustan los ciclos, entonces hagan ciclos todos los días.

Otros ven la celebración del año nuevo como una excusa para "liberarse" (del estrés de la horrible vida "normal") y hasta para ser solidario para con tod@s. Y aunque no estoy en contra de soltarse y, menos aún, de mostrarse solidario hacia los demás, lo malo es hacerlo sólo en fechas específicas, lo cual en realidad demuestra la poca libertad que tenemos como seres humanos, de que necesitamos días-excusas para ser lo que somos o quisiéramos ser.

Tristemente -para mi-, este pensamiento no es nada nuevo. Ya algo parecido habría dicho un marxista muy reconocido, Antonio Gramsci, hace 100 años. Por supuesto, dejaré su artículo al final de mis comentarios, pero no sin antes citar la siguiente frase: "Quiero que cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo, y renovarme cada día. Ningún día previamente establecido para el descanso. Las paradas las escojo yo mismo, cuando me siente borracho de vida intensa y quiera sumergirme en la animalidad para regresar con más vigor."
Odio il Capodanno

Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión.

Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu. Se acaba creyendo que de verdad entre un año y otro hay una solución de continuidad y que empieza una nueva historia, y se hacen buenos propósitos y se lamentan los despropósitos, etc., etc. Es un mal propio de las fechas. Dicen que la cronología es la osamenta de la historia; puede ser. Pero también conviene reconocer que son cuatro o cinco las fechas fundamentales, que toda persona tiene bien presente en su cerebro, que han representado malas pasadas. También están los año-nuevos. El año nuevo de la historia romana, o el de la Edad Media, o el de la Edad Moderna. Y se han vuelto tan presentes que a veces nos sorprendemos a nosotros mismos pensando que la vida en Italia empezó en el año 752, y que 1192 y 1490 son como unas montañas que la humanidad superó de repente para encontrarse en un nuevo mundo, para entrar en una nueva vida.

Así la fecha se convierte en una molestia, un parapeto que impide ver que la historia sigue desarrollándose siguiendo una misma línea fundamental, sin bruscas paradas, como cuando en el cinematógrafo se rompe la película y se da un intervalo de luz cegadora.

Por eso odio el año nuevo. Quiero que cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo, y renovarme cada día. Ningún día previamente establecido para el descanso. Las paradas las escojo yo mismo, cuando me siente borracho de vida intensa y quiera sumergirme en la animalidad para regresar con más vigor.

Ningún disfraz espiritual. Cada hora de mi vida quisiera que fuera nueva, aunque ligada a las pasadas. Ningún día de jolgorio en verso obligado, colectivo, a compartir con extraños que no me interesan. Porque han festejado los nombres de nuestros abuelos, etc., ¿deberíamos también nosotros querer festejar? Todo esto da náuseas.

Espero el socialismo también por esta razón. Porque arrojará al estercolero todas estas fechas que ya no tienen ninguna resonancia en nuestro espíritu, y si el socialismo crea nuevas fechas, al menos serán las nuestras y no aquellas que debemos aceptar sin beneficio de inventario de nuestros necios antepasados.

Antonio Gramsci, Turín, 1º de enero de 1916.
* Tomado del Libro “Bajo la Mole - Fragmentos de Civilización”, de Antonio Gramsci. Editorial Sequitur, Págs. 9-10.

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